viernes, 20 de marzo de 2020

¡¡¡¡¡QUEDATE EN CASA¡¡¡¡¡


Cuando salgan estas líneas a la luz ya habrán transcurrido más de quince días desde la declaración del Presidente del Gobierno de España del “estado de alarma” en todo el país. Esta declaración ha venido acompañada de una serie de medidas restrictivas en cuanto a la movilidad de las personas, aglomeraciones en eventos, cierre de negocios que no sean los dedicados a la venta o fabricación de productos de primera necesidad, cierre de bares, restaurantes y terrazas, intervención de la sanidad privada etc, etc.

Todo este conjunto de medidas llega una vez que el número de contagios del ya famoso y dañino coronavirus  COVID19, aumentan en una progresión más que importante siendo cuando escribimos esta columna en torno a 8000 contagios y alrededor de 200 personas fallecidas.

El peligro de colapso del sistema sanitario es muy importante ya que los números que provoca la epidemia son alarmantes en cuanto a ingresos posibles en las unidades respiratorias de los hospitales. Por eso la medida de “quédate en casa” es tan importante. El objetivo que la curva de contagios se corte en su avance en línea recta hacia arriba con el fin de que tenga un comportamiento bastante más plano. Eso permitiría que el sistema hospitalario pudiera absorber con mayor tranquilidad los posibles ingresos.

No hay que alarmarse con histeria incluida. No conduce a nada. Una vez pasados los días previos con el exceso brutal en las compras de supermercado es el momento de calmarse, de repensar un poco, de ponerse en el lugar de nuestros convecinos, de los que trabajan en todos los ámbitos para controlar el tema desde sanitarios, farmacéuticos, fuerzas de seguridad, servicios de mantenimiento, transportistas, personal de supermercados, en fin a todos aquellos y aquellas que procuran que nuestro cada día se vea alterado lo menos posible.

 El resto pues “quédate en casa”. Indudablemente es la mejor forma de combatir alarmas, nerviosismos y sobre todo evitamos saturaciones en los lugares  donde no debe haberlas. Hay diversos grupos de riesgo y una vez analizados los datos que provienen de China junto con el resto de países que ya han sufrido los contagios se desprende  en primer lugar los mayores así como aquellas personas que padecen algún  tipo de dolencias respiratorias o cardiovasculares o inmunodeficiencias.

Lo dicho…”Quédate en casa”.  Por cada uno y por todos. Espero que en los quince días que van desde que escribo estas líneas hasta su salida las medidas hayan dado algún resultado…tengo mis dudas pues no puede llegar el lunes 16 y todos a la calle a trabajar o lo que sea creyéndonos que somos los más imprescindibles del mundo mundial. Son quince días…quince días. De “machotes”, bocazas, listísimos y compañía, en resumidas cuentas de insolidarios empedernidos tenemos sobrados ejemplos. La cosa no va con ellos…nunca va con ellos. Ni con ellos, ni con los propagadores de bulos que en estas circunstancias han proliferado como el humo por todas las redes sociales…directamente “iros a tomar porsaco”

Por la enorme mayoría, más silenciosa, más importante, menos lista, menos bocazas y sobre todo…más SOLIDARIA nuevamente os pido aquello que si parece más que razonable e importante…

                                                      “QUEDATE EN CASA”

 

una noche en la laguna (3)


El visir estaba confuso. Escuchó y escuchó pacientemente todo lo que el soldado iba contando. Era una bonita historia plagada de alusiones a la magia, a los tiempos antiguos, a leyendas con más o menos base real, una historia para recrearse en ella o para desestimarla sin más, para esbozar una sonrisa o para creérsela a pies juntillas. El soldado guardó silencio, el visir también. Nuestro buen paduleño comenzó a ponerse nervioso, no sabía que pensar. El visir juntó las manos sobre la boca, pidió al soldado que guardara el más absoluto  silencio sobre todo lo hablado en la sala y le dejó marchar. Los pensamientos se arremolinaban en su cabeza y al final se decidió. No había nada que perder, era una posibilidad, no era muy creyente en cuanto a leyendas populares ni aficionado a propagarlas pero la conversación con el soldado le provocó una cierta incertidumbre por lo que hablaría con el sultán y ya verían lo mejor.

La conversación con el sultán se parecía por momentos a la mantenida con el soldado solo que ahora las tornas estaban cambiadas, el visir hablaba y el sultán escuchaba. Al rato hizo un gesto con la mano y preguntó… “mi buen visir, el mejor de mis servidores… ¿por qué es diferente la laguna de la que me hablas?... sabes que estuve en Alhama… que he estado en Ronda… que hemos estado en las cumbres de Sulayr … ¿cuál es tu opinión de todo esto?... ya me contarás los detalles, ya me hablarás del soldado y si todo merece nuestro respeto”.

“Me halagas gran señor, a mí, al más humilde de todos los que se dignan servirte y que postra su cara a tus pies. No estaría aquí si no pensara que la posibilidad es seria, que puede ser real. Los ojos del soldado transmitían pasión, transmitían fe, transmitían una seguridad en todo lo que me contó que no pude más que creerlo y mi creencia como la suya lo es además fundada sobre todo en que nada se pierde con acudir allí. Solamente me recalcó que se hiciera en la noche dentro de veinte días, en la noche más corta y que deberíamos andar con cuidado ya que el terreno es muy pantanoso hasta llegar a la fuente de agua clara y dorada”

“Haz los preparativos amigo mío, hazlo con prudencia y cautela, que todo esté dispuesto para ése momento… iremos a la laguna la noche más corta”.

El día señalado, a buena hora de la mañana, una recua de animales repleta de cántaros en los aparejos abandonó Granada por la puerta del pescado camino de la alquería del Padul. Debían estar allí al caer de la tarde y esperar noticias antes de cargar, no sabían qué. Llegaron a primeras horas de la tarde y esperaron en el lugar convenido a la sombra de unas higueras junto a una fuente que entre sus raíces manaba agua suave y limpia.

Ocho jinetes abandonan la Alhambra cuando el sol aún baña las murallas de la Alcazaba y por el este de Granada  cabalgan camino de La Zubia y Alhendín donde cambiarán de monturas. El visir lo ha preparado bien, nadie se pregunta nada, todo está dispuesto. Hablan poco, el sultán mira al frente y sigue al soldado que los guía hasta la laguna. Cuando llegan al sitio los arrieros ya están preparados y los cántaros dispuestos junto a los juncos al lado de una acequia. Tienen que esperar, mientras tanto el sultán junto al soldado guía y dos de sus leales avanzan entre las zarzas y las aneas por una tierra embarrada. La noche ya hace rato que se cerró, la luna se levanta a lo lejos en los picos de Sulayr, falta poco para la medianoche. El soldado avisa al sultán que tenga cuidado, están a unos metros del pozo … los juncos pierden espesor y por unos instantes los rayos de luz de la luna se reflejan en el pequeño lago que se abre a sus ojos.

El guía indica que es el momento y el sultán deja sus ropas sobre unos arbustos y lentamente se desliza hasta el agua limpia del “ojo brillante de la luna”. “Señor…tened cuidado…hay corrientes y el agua está muy fría… no soltéis la cuerda”. No ocurrió nada y el baño terminó a los pocos minutos. El brillo del agua todo lo refleja, el sultán mira hacia atrás, se envuelve en la capa y lentamente abandonan el lugar. Una vez se han marchado los arrieros toman su lugar y llenan los cántaros del agua más limpia del pozo. Poco a poco se van cargando los animales y lentamente inician el camino de regreso a Granada. El hamman del palacio real espera los cántaros con impaciencia. Esa mañana será un baño muy especial.

Cuentan las crónicas que a los pocos meses los problemas reales se resolvieron y que el soldado paduleño dejó de ser soldado para ser miembro de la guardia personal del sultán.
El visir no paraba de sonr

una noche en la laguna (2)


El rey de Granada “el sabio y bondadoso” comenzaba a vivir sumido en la tristeza. El hijo que tanto esperaba no llegaba y la reina no paraba de llorar. Eran una pareja todavía jóvenes con lo cual no deberían tener motivos para preocuparse pero las conjuras familiares palaciegas y los dimes y diretes de toda la corte de nobles y allegados que poblaban el real palacio de La Alhambra hacían de sus vidas una continua preocupación por el heredero que no llegaba en detrimento de los verdaderos problemas que tenía el reino.

El visir no daba abasto procurando apaciguar y solventar todos los pequeños problemas, dando la cara por su querido rey a la vez que procuraba buscar solución al problema real.

Poco a poco las habladurías, los rumores, cotilleos se iban adueñando de palacio, si bien, dado el conocido carácter del rey, éstos no llegaban a sus oídos. No obstante entre los soldados de la guardia real de palacio, el visir, tenía numerosos confidentes y hasta responsables de estar al tanto de todo lo que ocurriera  o se rumoreara en la ciudad palatina ya fuera en el entorno real más cercano, en la medina o entre la milicia asentada junto al palacio.

Había en la alcazaba, en el campamento militar, un soldado al cual, como no, le llegaron algunas de las murmuraciones que en ése momento alimentaban las mentes y sobre todo las lenguas de muchos de los que habitaban la Alhambra. Este hombre procedía de la alquería del Padul situada a unas pocas leguas de Granada, a la entrada del Valle de Lecrín en el camino de Almuñecar o Las Alpujarras. Al escuchar tanto desvarío no pudo menos que realizar unos comentarios los cuales no tardaron en llegar a oídos del visir el cual los tomó en cuenta más por curiosidad que por otra razón ya que soluciones parecidas a los problemas del sultán  se habían buscado algunas y entre las propuestas las había de lo más variopintas.

Llevado a presencia del visir, hecho un manojo de nervios, nuestro soldado paduleño no pudo menos que amedrentarse un poco al cruzar las puertas del Mexuar. El visir era hombre poco dado a perder el tiempo y tras preguntarle por la conversación mantenida en el cuerpo de guardia de la alcazaba fue directo al grano acerca de lo que había propuesto.

El soldado que por momentos hubiese preferido que se lo tragara la tierra, lentamente, con algún que otro balbuceo y la cabeza baja comenzó a hablar…

“Mire usted, señor, cerca del Padul, hay una laguna que no es muy profunda y la mayor parte del tiempo suele estar embarrada de un barro negro que todo lo ensucia por lo que es muy difícil pescar o cultivar la tierra ya que las aguas lo pudrirían todo si bien en las laderas y dado que abundan las fuentes si es posible el cultivo de frutales que luego traen a Granada.”

Un poco mosqueadillo, el visir, de que el soldado, nunca mejor dicho, se fuera por las ramas, le espetó a que fuera al grano y se dejara de divagaciones. El buen soldado continuó… “Señor a eso iba…una de las fuentes de las que rodean la laguna, la más grande y de agua más clara y limpia y que cuando es la época sin lluvias tiene como treinta o cuarenta codos, dicen los viejos de la alquería que cuando la noche es la más corta el agua se torna brillante, del color del oro, pero que nadie conoce hasta donde llegan sus raíces, pues bien señor, la fuente en esa noche y sólo en esa noche se torna con poderes de los magos si bien es tal el peligro que corren los que se acercan a sus aguas pues el barro, las zarzamoras y todo lo que la rodea y el suelo de la fuente que nadie conoce, que son muy pocos los que se aventuran a bañarse en ellas además de ser muy frías ya que vienen del hielo de Sulayr.”

El visir le hizo un gesto de que parara, mandó salir a todos de la sala y una vez quedaron a solas quedó pensativo… falta un mes para el día que cuenta, pensó. Hizo un  gesto con la mano,  le pidió que continuara y el soldado así lo hizo.

 

Una noche en la laguna.


El rey de Granada “el sabio y bondadoso” comenzaba a vivir sumido en la tristeza. El hijo que tanto esperaba no llegaba y la reina no paraba de llorar. Eran una pareja todavía jóvenes con lo cual no deberían tener motivos para preocuparse pero las conjuras familiares palaciegas y los dimes y diretes de toda la corte de nobles y allegados que poblaban el real palacio de La Alhambra hacían de sus vidas una continua preocupación por el heredero que no llegaba en detrimento de los verdaderos problemas que tenía el reino.

El visir no daba abasto procurando apaciguar y solventar todos los pequeños problemas, dando la cara por su querido rey a la vez que procuraba buscar solución al problema real.

Poco a poco las habladurías, los rumores, cotilleos se iban adueñando de palacio, si bien, dado el conocido carácter del rey, éstos no llegaban a sus oídos. No obstante entre los soldados de la guardia real de palacio, el visir, tenía numerosos confidentes y hasta responsables de estar al tanto de todo lo que ocurriera  o se rumoreara en la ciudad palatina ya fuera en el entorno real más cercano, en la medina o entre la milicia asentada junto al palacio.

Había en la alcazaba, en el campamento militar, un soldado al cual, como no, le llegaron algunas de las murmuraciones que en ése momento alimentaban las mentes y sobre todo las lenguas de muchos de los que habitaban la Alhambra. Este hombre procedía de la alquería del Padul situada a unas pocas leguas de Granada, a la entrada del Valle de Lecrín en el camino de Almuñecar o Las Alpujarras. Al escuchar tanto desvarío no pudo menos que realizar unos comentarios los cuales no tardaron en llegar a oídos del visir el cual los tomó en cuenta más por curiosidad que por otra razón ya que soluciones parecidas a los problemas del sultán  se habían buscado algunas y entre las propuestas las había de lo más variopintas.

Llevado a presencia del visir, hecho un manojo de nervios, nuestro soldado paduleño no pudo menos que amedrentarse un poco al cruzar las puertas del Mexuar. El visir era hombre poco dado a perder el tiempo y tras preguntarle por la conversación mantenida en el cuerpo de guardia de la alcazaba fue directo al grano acerca de lo que había propuesto.

El soldado que por momentos hubiese preferido que se lo tragara la tierra, lentamente, con algún que otro balbuceo y la cabeza baja comenzó a hablar…

“Mire usted, señor, cerca del Padul, hay una laguna que no es muy profunda y la mayor parte del tiempo suele estar embarrada de un barro negro que todo lo ensucia por lo que es muy difícil pescar o cultivar la tierra ya que las aguas lo pudrirían todo si bien en las laderas y dado que abundan las fuentes si es posible el cultivo de frutales que luego traen a Granada.”

Un poco mosqueadillo, el visir, de que el soldado, nunca mejor dicho, se fuera por las ramas, le espetó a que fuera al grano y se dejara de divagaciones. El buen soldado continuó… “Señor a eso iba…una de las fuentes de las que rodean la laguna, la más grande y de agua más clara y limpia y que cuando es la época sin lluvias tiene como treinta o cuarenta codos, dicen los viejos de la alquería que cuando la noche es la más corta el agua se torna brillante, del color del oro, pero que nadie conoce hasta donde llegan sus raíces, pues bien señor, la fuente en esa noche y sólo en esa noche se torna con poderes de los magos si bien es tal el peligro que corren los que se acercan a sus aguas pues el barro, las zarzamoras y todo lo que la rodea y el suelo de la fuente que nadie conoce, que son muy pocos los que se aventuran a bañarse en ellas además de ser muy frías ya que vienen del hielo de Sulayr.”

El visir le hizo un gesto de que parara, mandó salir a todos de la sala y una vez quedaron a solas quedó pensativo… falta un mes para el día que cuenta, pensó. Hizo un  gesto con la mano,  le pidió que continuara y el soldado así lo hizo.

 

Algarve


Traspasamos el Puente Internacional del Guadiana y nada más hacerlo nos damos cuenta que las personas, los pueblos, las costumbres, las comidas no son tan distintas de las andaluzas, eso sí hablar hablar, hablan un poco “raro”. Raro para nosotros, pero claro, para ellos los raros deberíamos ser nosotros.

Es El Algarve la Andalucía de Portugal, bañada por el bravo Atlántico, sus orillas han sido batidas por el viento y el océano a lo largo de los siglos formando por un lado acantilados y formas rocosas espectaculares así como larguísimas playas de arena fina y remanso suave. Las formas de color ocre amarillento lo dominan todo creando unos entornos en el paisaje con una tonalidad rojiza que al  caer de la tarde a mí me hicieron recordar más de un día los atardeceres del alto Albaicín.

Hemos parado en Portimao, ciudad portuaria, pescadora turística e internacional situada en el centro-oeste del Algarve. Desde ella nos hemos movido un poco en todas direcciones. Una de las  fotos que ilustran el artículo es  de “Praia da Rocha”, el centro turístico de Portimao. Un día a Lagos y Sagres, hacia el Oeste, buscando el cabo San Vicente, la punta de piedra más al sur-oeste de Europa , abierta agreste y formidable al Océano Atlántico.

Lagos es una pequeña ciudad pero magnífica, de paseo muy agradable por su centro histórico muy parecido a nuestros pueblos junto al mar, tiene sin embargo muy cerca, en sus playas una de las formaciones rocosas más bonitas del Algarve. Visitable por tierra y en excursiones en barco es un paraíso natural para no perderse. Se trata del “Ponte da Piedade”, lo veis en la foto.

Del interior del Algarve visitamos Silves, Monchique y Caldas de Monchique. La primera es una bonita ciudad histórica, conserva en lo más alto  un excelente castillo de origen musulmán aunque ampliamente restaurado y las segundas son ciudades famosas por sus baños termales. Están enclavadas entre bosques que a lo largo de éste verano pasado sufrieron la visita de un enemigo implacable como es el fuego. El paraje en algunos momentos es desolador, el verde sobresale en un recodo, en una vaguada…allá al fondo, cualquier sitio es bueno cuando intentas volver a la vida. Una maravilla de lugar que lucha por recuperarse. El valor de las personas miles de veces es encomiable por su trabajo y su dedicación.

En el Este de Portugal hemos visitado las muy turísticas Vilamoura y Albufeira. Con todos los servicios que demanda el turismo ya sea muy exigente o menos exigente, hay para todos los gustos, playas inmensas con todos las comodidades y puertos deportivos lujosos  y derrochadores. Faro, la llamada capital del Algarve más al este también la visitamos y pasear por el puerto, el casco histórico alrededor de “La Sé”  en el interior de un recinto en muchos sitios amurallado,  de callejuelas estrechas y sinuosas se hace imprescindible. Así mismo fuera del recinto, la calle de San Antonio es comercial para todos los gustos y dar una vuelta por allí y sus alrededores muy aconsejable.

Hay muchas pueblos, playas, lugares pintorescos, excursiones por hacer y visitar. Esto sólo es una pincelada de un región encantadora, vecina nuestra, que nos recibe con los brazos abiertos. Por cierto, hablar con la gente es siempre bueno y en éste caso  ser de Granada… “un puntazo”… admiran nuestra ciudad y la Sierra… si les digo que soy del Valle de Lecrín… entonces alucinan.

De la gastronomía qué decir… bacalao por aquí y por allá, de todas las formas posibles, de todos los tamaños, desmigado y con lomos de varios centímetros. En todos los sitios hay lugares pintorescos para comerse un buen plato o unas sardinas o una cataplana… y los precios bastante, bastante buenos.
Algarve cercano y bonito, cercano en razón  y sentimientos, cercano de las personas, al “ladito” de Andalucía, cercano de corazón, eso sí…”hablan raro