miércoles, 16 de diciembre de 2015

Mari Paniza....maestra de bordadoras.

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La casa de la estación era grande, bastante grande, la familia de Mari también. En una planta sus abuelos Rafael y Amparo y en la otra Joaquín y María… los Paniza-Haro pero no sólo ellos, ya que era una casa con las puertas abiertas siendo lugar de reunión de todos los hermanos y titos del Padul y de fuera del Padul  pues María y Joaquín así lo querían y se esforzaban porque siempre así fuera.

Recuerda Mari las excursiones a las minas los días de mauracas,  los veranos en “La Calera”,  el carro cargado con todos los enseres para hacer que “el veraneo” fuera lo más cómoda posible, los remojones y los arroces que su madre  atendía al fuego y como a primera hora, de madrugada, la acompañaba a misa…a misa primera. Recuerda los paseos a la Fuente de la Salud con los “pipotes” bajo el brazo, las muchas niñas que se juntaban en la “calle sin salida” pues era una calle llena de vida, a todas horas, la escuela justo enfrente de su casa y los comentarios de su hermana Amparo: “que mala suerte tenemos, estamos tan cerca que no cogemos la sombrilla, no chapoteamos en los charcos y no nos ponemos el abrigo”.

 

 
 
 
El día de San Juan era para buscar cerezas y por todas las acequias se afanaban con los caracoles, caracoles sin pesticidas ni abonos químicos que entonces abundaban entre la hierba. Pronto se tiene un cubo lleno y las manos expertas de su madre hacen el resto. Va  a la escuela de Dª María y con D. Antonio Collantes prepara el “ingreso” por las tardes; allá que sube diligente al barrio Dílar por la plaza y las cuatro esquinas. Poco a poco y con las enseñanzas y consejos de María fue aprendiendo a coser, nada más que los pies le llegaron al pedal y un buen día a través del Ayuntamiento todo cambió pues vinieron al pueblo a vender máquinas “Singer” y para ello en las escuelas de D. Isidoro se impartieron unos cursos de costura y corte y confección tanto para las que compraron como para los que ya la tenían por lo que Mari allí estuvo. Aprendió, vaya si aprendió, fueron muchos días de prácticas y más prácticas algún que otro pinchazo y al final  su diploma entre las manos y orgullosa de haber hecho bien su trabajo. Al poco tiempo y animada por la tita Fermina, Margarita la de Javier, Dolores de Vallejo, Emilita del primo Rafael y otras muchas que le decían que todo eso que había aprendido lo tenía que enseñar, que ellas también querían coser a máquina y hacer bonitos bordados. Tenía que montar un taller de costura y con tal fin así se hizo en  una habitación de su casa comenzando las clases. La cosa se fue ampliando, buena maestra era y las alumnas también, de todas las edades, niñas, jovencitas y mujeres que querían aprender para luego coser para la calle o la casa y en turnos pasaban por el aula a lo largo de todo el día.

Cuando se casó con “Bautista” no solo no lo dejó sino que en la parte de arriba prepararon una estancia  bastante amplia que pronto  se llenó de máquinas de coser. El día del traslado fue un espectáculo ver tanta máquina calle arriba por la estación. Lo de cobrar ya era otro cantar, me habla de pesetas, algún duro, de mucha gente a la que no le cobró y sobre todo me habla de trabajo, de mucho trabajo y muchas horas dedicadas a sus alumnas incluso cuando ya se habían marchado pues había que preparar para el día siguiente. El bullicio de entrar y salir, de charlar, de coser, de bordar, de alguna que se escapa de la clase a comprar las cuñas de la tarde y la abuela que les regaña con ese cariño que sólo saben hacer las abuelas.

La parte de abajo y casi sin querer se hizo “local para bodas”, ellos preparaban el menaje y las familias llevaban la comida del convite. También su huerto fue “carpa municipal” en la Feria de Septiembre durante algunos años. El tiempo pasa claro está y la familia se amplía con  Teresa, Juan Bautista, Eva María y Joaquín. Como anécdota me cuenta que en el nacimiento de Juan Bautista ella estaba de parto arriba y todo el pueblo de feria abajo, no está mal, animado estuvo el asunto. Me habla no solo de su marido,  de sus hijos y de sus nietos, me habla de muchas personas, de todas las edades, de todos los barrios del Padul, de Marchena, de Dúrcal, su madre es de allí, que llegaban en el tranvía y  que pasaban muy buenos ratos, que nunca hubo una sola discusión entre las bordadoras, que mientras se preparaban los “muestrarios”, el “ajuar” para la boda  o los bordados se iba formando una gran familia, ¡cuántas niñas y menos niñas han pasado por sus manos y su buen hacer!.

Al poco de nacer Joaquín no quedó más remedio que dejar el taller de costura pues una enfermedad la preocupó bastante más hoy gracias a Dios, está superada. Hoy la vida es más tranquila, catequista desde hace muchos años ayuda en lo que puede y con “Bautista” jubilado pero atareado en las labores del campo cuida de su familia, que sigue siendo grande, y cose y borda sentada a ratos en la mesa camilla junto al jardín que en otros días albergó y que hoy todavía conserva el aire de Feria del Padul. Gracias “Mari” por tu tiempo y por  todas tus enseñanzas a tantas y tantas niñas y mujeres del pueblo, tu labor ahí queda… ¡no se perderá!.



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1 comentario:

  1. Buenas familia, soy Antonio chaves, hijo de Trini la porretillas. Somos vecinos, de amparo creo de un terrenos en Marchena y me gustaría contactar. Mi tlf es 639359876.

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