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Yo creo que no todos saben que se llama Antonio… pero claro
es que casi nadie lo llama por Antonio, para todos es “el niño”, “el niño de la
Anica Martos”. Hombre jovial, siempre risueño, siempre con alguna broma en la
mente, siempre con sus paisanos, con sus amigos, con su gente, con su
pueblo.
Nació a mediados del siglo
pasado y allá por la calle alta del almendro, a la izquierda del Barrio Dílar
dio sus primeras correrías en pantalón corto y sandalias de goma, aunque
también para ayudar a la madre Anica bajara con el burro y cuatro cántaros de
barro a por agua a la fuente para las
necesidades de la casa o ir a los prados a llevar estiércol y traer maíz. Alguna
bronca de su padre se llevó porque no siempre volvieron todos los cántaros.
A los nueve años deja la escuela para trabajar en la
atarazana. Mueve que te mueve la rueda para hilar el esparto y hacer “las lías”
y todo por un sueldo de dos pesetas… sí, dos pesetas y tan contento. Anica no
estaba conforme con lo de dejar la escuela y lo llevó a clases particulares con
Antonio el de tranvías. Después fue panadero con los Nievas y con Juanico el de
Tovar para pasar a continuación a
carpintero primero con Juan de Dios y después con “Mochón y Chirrín”, todavía
alguno recuerda sus bromas y risas allá por las cuatro esquinas en la
carpintería, centro neurálgico social de la calle San Sebastián.
Como aún no había tocado todos los palos continuó en la
herrería de Juan de Dios de los Pérez y luego marchó a Granada a aprender “de
mecánico” en Talleres del Sur.
Con diecisiete años comenzó con D. José Puertas y ya los
cambios se terminaron pues desde entonces hasta hace unos meses siempre estuvo
con él. Primero de soldador y como la
vida ya había cambiado algo, el
sueldo con el que inició de novecientas pesetas a la semana pero José le daba mil… “para que te invites
niño…para que te invites”. Los ratos de ocio los comparte con los amigos entre
los Domingos de mauracas en los Molinos, la pista del Borillo o el club
“hippy-ti”… ¡buenos prendas!
Se casó con Maricarmen a la que conoció por mediacíon de su
primo Diego Morales que los presentó un
San Sebastián de primeros de los setenta. Tras seis años de novios pero “entrando
en la casa” se casan en el setenta y siete. Dos hijos y tres nietas que son las
niñas de todos sus ojos completan a día de hoy su familia.
Ese carácter jovial, paduleño y carnavalero le hace unirse a los Trianeros :
“Tengo un
trocito de cielo en Graná
que no se
puede comprar con dinero
nuestra
bandera es el Manar
y la Vega es
nuestro puerto…”
Siempre cantando a su pueblo, como su madre Anica, a sus
personajes a su gente, ha sido cubano, banquero, cuarentona, mamusón, mosquito,
menda, torero, asustao, guardia…etc. A todos sus personajes…alcaldes,
alcaldesas, concejales, políticos en general, el cura, a todo el pueblo.
Aún recuerda con mucho cariño la fiesta que les prepararon
los Trianeros al cumplir las bodas de plata
siendo así que los pasearon por el pueblo en el “Roll-royce-rotobato” de Pepe
Arias, ellas con pamela y ellos de chistera como guardias de la comitiva
acompañados de banda de música y coro rociero… ¡casi ná!.
Hoy se dedica a cuidar de su familia, a echar una mano cuando
les hace falta, a sus nietas. Los animales y la huerta en el cortijo de la Vega
matan el resto del tiempo, además su colaboración desinteresada le hace estar
en muchos de los acontecimientos de nuestro pueblo. Hace unos años repartiendo
vino y jamón con su amigo Juan en la Feria, con sus Trianeros y los huevos
fritos con espichás ¡ qué colas forman los sábados de septiembre!, con las
asociaciones que se lo piden, en la cena solidaria…en fin todos los días porque todos los días…
“Ser pauleño no es
un documento,
no es un disfraz de quita y pon
ser pauleño es un
sentimiento...
que se lleva en el corazón”
( Palabra de Trianero)
......
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