Es triste marchar cuando dejamos atrás días meses y años, familia, amigos, vecinos, lugares de ensueño, una lágrima, la Laguna, el Manar y la Silleta, los llanos de Marchena o el Romeral, el río Dúrcal para arriba y para abajo, los puentes, largos paseos por Cónchar y Niguelas, los Molinos, la estación del tranvía, las cuestas de Béznar, Mondújar y Talará, el olor de azahar en Chite, Murchas, Melegís , Saleres y Restábal, los montes de las Albuñuelas, el Torrente, Pinos y Acequias eternos miradores del Valle, de ése Valle al que según la leyenda, hasta el Rey de Granada, la bella Granada, un día lejano, lloró.
La tristeza de marchar sólo es comparable con el ánimo de volver. Esos pellizcos en el estómago cada vez que cruzamos el puerto del Suspiro rumbo al Norte, cada vez que el Caballo lo dejamos a la espalda la sensación de dejar algo, de olvidar algo sin hacer acrecienta el desasosiego de la ida. ¡Qué difícil es querer marcharse del Valle! Aún hoy, tiempos difíciles donde los haya con la necesidad apretando hasta el ahogo… ¡qué difícil es marcharse!
Las semanas son muy lentas cuando te alimentas de recuerdos, pasan y pasan, llega Navidad, Semana Santa y el Viernes interminable del Padul, las noches al fresco del verano, la Feria y los colores del otoño, el café que humea mientras ves la neblina blanqueante de la vega, todo va llegando sin prisa, todo va llegando y sueñas despierto, poco a poco el nudo se afloja y respiras porque te ves en los jardines o escuchando el ronroneo del agua en el Lavadero o subiendo al barrio Dílar o paseando a la Fuente de la Salud y Alancón, respiras.
Es el momento, ése único momento cuando te ves haciendo el equipaje y deseas estar ya en el aeropuerto en el autobús o el tren y anhelas cada minuto que pase pronto, no duermes, que pase pronto, es hora de volver.
No todo está igual, algo siempre ha cambiado aunque la nostalgia nos haga ver esos recuerdos de antes, no siempre el pasado fue mejor. Preguntamos y preguntamos por fulano y por mengano, por la vida y milagros, por lo que se hecho, todo aquello que se iba a hacer y lo que no, nada queda en la mochila, todo queremos saberlo con la premura de los niños, con la morriña de los viejos, todo es importante, has vuelto, de cientos o miles de kilómetros has vuelto.
Comes puchero de hinojos, huevos con espichás, roscos de huevo o migas con tocino y chocolate y los sabores y los olores que antes te acompañaron te levantan los ánimos donde pensabas, porque paseas por tu pueblo, por tu Valle, recorres el Camino de Motril y la Madre Maestra, bajas por la Cháfala hasta el Agia, charlas con éste y con el otro y recuerdas… a cada momento…recuerdas.
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario