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Con la luz temprana de
la mañana, cuando el sol aún duerme tras los altos picos del Manar al regazo de
las nieves de la Sierra, Carmen y Salvador ya andan desde el barrio Dílar por
el camino de Piedras Hermosas hacia su huerta del Camino de Motril. Semilleros de cebollas y de coles, “las de
pella blanca y gorda”, las de siempre del Valle de Lecrín, junto a plantas de
tomates y pimientos, apio y perejil, esperan de sus cuidados mientras al fondo
el cacareo de las gallinas los reciben
desde hace ya muchos… muchos años. Una vida intensa, en muchos momentos dura,
llena de cariño, de sentimiento, de esfuerzo, de trabajo, de vivencias
continuas y dispares y es que hablamos con una mujer trabajadora, con una buena
mujer que ya desde niña supo de la responsabilidad de sacar adelante la familia
con mucho sudor, bastante penuria y poca recompensa.
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Los abrazos de su padre
tras localizarlo en el campo de prisioneros del Olivarillo marcan ya con cinco
años los primeros pasos de una niña que entre lágrimas y rápido, muy rápido,
tiene que hacerse una jovencita y ganar unos trozos de pan con morcilla,
lavando y lavando todo el día en “el callejón” con el descaro de la inocencia
entre las de mayor edad, y acabar la jornada de rodillas fregando el suelo de
losas de barro antes de descansar ya bien entrada la noche. No todos los días se puede ir a clase bajo el
pletín de la Iglesia, “sólo los que el vestido está limpio o no está roto o
descosido”. Sirve en casa de Juanico Villena y para poder ir a Motril a la caña
de azúcar su madre le dice que le pida a Juanico un adelanto de unos meses…
“para el arroz, los fideos, la harina, unas alpargatas”…le da mucha vergüenza
pero Juanico… “pídeme lo que quieras ronca…tú me puedes pedir lo que quieras…que
tú te lo mereces”. Un día limpiando rompe un “safero”, Manuel el hijo la pelea
pero Juanico la defiende…”no te enfades ronca, no te enfades ni hagas caso a
Manuel, que éstas cosas sólo le pasan al que trabaja”.
Los primeros zapatos de
tacón son del día de su boda, con veinte años ella y ventisiete Salvador,
prestados si pero con tacón, el vestido se lo ha hecho Julia de Manolico
Bellido, “unas fotos fantásticas y mucho dinero en el zurrón”…ni fotos, ni
dineros…viaje de novios a la aceituna y a dormir en un colchón de paja pero ya
como bien me dice “comenzamos a hacernos ricos”. Salvador está en Francia y
Alemania y ella al cuidado de Salvador, Juan y Carmen los tres hijos compagina
el bordado del tul con las labores del
campo, todo esto les hace respirar.
Su padre le dice “ D.
Ramón vende unas tierras, pero tú no tienes dinero…¿verdad?”… “pues te
equivocas papa…te equivocas…que sí tengo…que ahora tenemos dinero, de modo que
ya puedes ir haciendo el trato”. Atrás queda trabajar para Manuel el de los Martinez,
para Pepe “buenos días” escardando lino en la Pileta con Trini “la capitana”,
“las Herrás”, “la pollera”, atrás queda el ir descalza, de que la Nina en la
calle Molino le de un pan donde sólo hay un pedazo, de guardar en las piedras
del lavadero un trozo de su bocadillo para sus hermanos…todo queda atrás. Ya venden sus tomates, sus cebollas, las
coles, la mejor escarola del mundo primero en las cuatro esquinas, luego en el
mercado, casi ya no trabaja, sólo hasta
las dos o las tres de la mañana preparándolo todo y que esté precioso y en
orden para su venta… en un carrillo de
mano, sí, pero bien puesto. Siempre con Salvador y el
inseparable “rotobato”, llueva o haga sol, frío o nieve, su saludo al rocío de
la mañana es siempre…todos los días…”a ti niña Carmen no te duelen los huesos
porque de chica bebiste mucha leche”...” ¡Ay Dios mío!...si no sabía ni del
color que era”. “¿cómo tienes las escarolas tan bonicas…Carmen?”… “pues porque
al sembrarlas siempre hago la cruz y digo…en el nombre sea del Señor”
Siempre generosos con
quién lo pide, hace un tiempo tres jovencitas que dijeron ser monjas pidieron a
su puerta tras otras que se cerraron…”¿Qué os pasa chiquillas?”…”vamos al Padul
y tenemos un poco de hambre”…”¡¡¡ Por Dios niñas pasad, pasad ahora mismo!!!”,
y aquel día se comieron el mejor pisto con huevos y patatas que hayan comido
nunca… ¡¡nadie debería nunca pasar hambre… nadie!!.
Sus nietas, su marido y
sus hijos y… sembrar, escardar, arar,
podar, limpiar, cocinar, lavar, tender, segar, barcinar, trillar, aventar…
trabajar y trabajar…todo le es propio, nada ajeno, es una mujer del campo, de
las de antes, de las de toda la vida, de las grandes mujeres…nuestras
madres…que todo lo hacen, que lo saben hacer todo, donde no hay conservantes ni
ordenadores, donde todo es sencillo, como la vida misma, donde unas alpargatas
tienen mucho valor, donde ves a Carmen y la energía con que habla, el cariño
con que te cuenta lo más crudo, el amor cuando habla de sus hijos y sus nietas,
el placer con el que te cuenta que todos, todos los días hay que trabajar, que
el campo es muy bonito, que hay que trabajar.
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Hacer lo sencillo bonito, cuando bonito ya era, toma un doble valor que todo el mundo quisiera. Me sorprendes con tu prosa, me encanta la habilidad con la que manejas la pluma y por supuesto me encanta esa mente brillante que junto a tu esposa decidiste, un buen día, ponerla al servicio de todo lo que suene a cultura "pauleña". Sabia decisión aquella. Os felicito a los dos. Un abrazo de Isidoro
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