lunes, 29 de julio de 2013

Carmen y Salvador... una vida en el campo.


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Con la luz temprana de la mañana, cuando el sol aún duerme tras los altos picos del Manar al regazo de las nieves de la Sierra, Carmen y Salvador ya andan desde el barrio Dílar por el camino de Piedras Hermosas hacia su huerta del Camino de Motril.  Semilleros de cebollas y de coles, “las de pella blanca y gorda”, las de siempre del Valle de Lecrín, junto a plantas de tomates y pimientos, apio y perejil, esperan de sus cuidados mientras al fondo el cacareo  de las gallinas los reciben desde hace ya muchos… muchos años. Una vida intensa, en muchos momentos dura, llena de cariño, de sentimiento, de esfuerzo, de trabajo, de vivencias continuas y dispares y es que hablamos con una mujer trabajadora, con una buena mujer que ya desde niña supo de la responsabilidad de sacar adelante la familia con mucho sudor, bastante penuria y poca recompensa.


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Los abrazos de su padre tras localizarlo en el campo de prisioneros del Olivarillo marcan ya con cinco años los primeros pasos de una niña que entre lágrimas y rápido, muy rápido, tiene que hacerse una jovencita y ganar unos trozos de pan con morcilla, lavando y lavando todo el día en “el callejón” con el descaro de la inocencia entre las de mayor edad, y acabar la jornada de rodillas fregando el suelo de losas de barro antes de descansar ya bien entrada la noche.  No todos los días se puede ir a clase bajo el pletín de la Iglesia, “sólo los que el vestido está limpio o no está roto o descosido”. Sirve en casa de Juanico Villena y para poder ir a Motril a la caña de azúcar su madre le dice que le pida a Juanico un adelanto de unos meses… “para el arroz, los fideos, la harina, unas alpargatas”…le da mucha vergüenza pero Juanico… “pídeme lo que quieras ronca…tú me puedes pedir lo que quieras…que tú te lo mereces”. Un día limpiando rompe un “safero”, Manuel el hijo la pelea pero Juanico la defiende…”no te enfades ronca, no te enfades ni hagas caso a Manuel, que éstas cosas sólo le pasan al que trabaja”.


Los primeros zapatos de tacón son del día de su boda, con veinte años ella y ventisiete Salvador, prestados si pero con tacón, el vestido se lo ha hecho Julia de Manolico Bellido, “unas fotos fantásticas y mucho dinero en el zurrón”…ni fotos, ni dineros…viaje de novios a la aceituna y a dormir en un colchón de paja pero ya como bien me dice “comenzamos a hacernos ricos”. Salvador está en Francia y Alemania y ella al cuidado de Salvador, Juan y Carmen los tres hijos compagina el bordado del tul  con las labores del campo,  todo esto les hace respirar.


Su padre le dice “ D. Ramón vende unas tierras, pero tú no tienes dinero…¿verdad?”… “pues te equivocas papa…te equivocas…que sí tengo…que ahora tenemos dinero, de modo que ya puedes ir haciendo el trato”. Atrás queda trabajar para Manuel el de los Martinez, para Pepe “buenos días” escardando lino en la Pileta con Trini “la capitana”, “las Herrás”, “la pollera”, atrás queda el ir descalza, de que la Nina en la calle Molino le de un pan donde sólo hay un pedazo, de guardar en las piedras del lavadero un trozo de su bocadillo para sus hermanos…todo queda atrás.  Ya venden sus tomates, sus cebollas, las coles, la mejor escarola del mundo primero en las cuatro esquinas, luego en el mercado, casi ya  no trabaja, sólo hasta las dos o las tres de la mañana preparándolo todo y que esté precioso y en orden para  su venta… en un carrillo de mano, sí,   pero bien puesto. Siempre con Salvador y el inseparable “rotobato”, llueva o haga sol, frío o nieve, su saludo al rocío de la mañana es siempre…todos los días…”a ti niña Carmen no te duelen los huesos porque de chica bebiste mucha leche”...” ¡Ay Dios mío!...si no sabía ni del color que era”. “¿cómo tienes las escarolas tan bonicas…Carmen?”… “pues porque al sembrarlas siempre hago la cruz y digo…en el nombre sea del Señor”


Siempre generosos con quién lo pide, hace un tiempo tres jovencitas que dijeron ser monjas pidieron a su puerta tras otras que se cerraron…”¿Qué os pasa chiquillas?”…”vamos al Padul y tenemos un poco de hambre”…”¡¡¡ Por Dios niñas pasad, pasad ahora mismo!!!”, y aquel día se comieron el mejor pisto con huevos y patatas que hayan comido nunca… ¡¡nadie debería nunca pasar hambre… nadie!!.



Sus nietas, su marido y sus hijos  y… sembrar, escardar, arar, podar, limpiar, cocinar, lavar, tender, segar, barcinar, trillar, aventar… trabajar y trabajar…todo le es propio, nada ajeno, es una mujer del campo, de las de antes, de las de toda la vida, de las grandes mujeres…nuestras madres…que todo lo hacen, que lo saben hacer todo, donde no hay conservantes ni ordenadores, donde todo es sencillo, como la vida misma, donde unas alpargatas tienen mucho valor, donde ves a Carmen y la energía con que habla, el cariño con que te cuenta lo más crudo, el amor cuando habla de sus hijos y sus nietas, el placer con el que te cuenta que todos, todos los días hay que trabajar, que el campo es muy bonito, que hay que trabajar. 


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1 comentario:

  1. Hacer lo sencillo bonito, cuando bonito ya era, toma un doble valor que todo el mundo quisiera. Me sorprendes con tu prosa, me encanta la habilidad con la que manejas la pluma y por supuesto me encanta esa mente brillante que junto a tu esposa decidiste, un buen día, ponerla al servicio de todo lo que suene a cultura "pauleña". Sabia decisión aquella. Os felicito a los dos. Un abrazo de Isidoro

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