sábado, 29 de junio de 2013

La Fuente y D. Andrés.

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La charla con D. Andrés Molina… “el cura de La Fuente” es amable, en voz baja, degustando las palabras en ésta hora comienzo de la tarde con el murmullo lejano del agua de los cinco caños,  las carpetas de recuerdos que se amontonan en la mesa y el silencio humilde casi tímido de una persona buena a la que cuesta hablar de sí mismo. Hombre del barrio, me cuenta que la Fuente era el lugar más alegre del pueblo, el más concurrido, con el trasiego continuo de hombres y carros que poco a poco se hacinan en los molinos de harina y toman vida al amanecer alrededor del reclamo del agua en las placitas cerca de La Fuente. Las mujeres bajan por el agua fresca para los ajoblancos de harina de habas y el gazpacho de picadillo de tomate, pimiento y pepino, aceitunas negras y algo de pan duro a remojar. Otras se afanan con las pastillas de jabón, alguna que otra voz por guardar los sitios y bastante ropa que dejan como el jaspe con el agua transparente  que recorre el lavadero. Hay que madrugar por el buen sitio y que el agua esté limpia pues no es lo mismo junto a la Fuente que unos puestos más abajo.



D. Andrés Molina




La taberna de “Ana Maria las fuentes” y Antonio José se sirven  del agua tan cercana mientras atienden a los hombres que sentados en la acera se arremolinan en la charla esperando alguna oferta de jornal para el día siguiente alrededor de un vaso de vino.  Junto a La Fuente  los niños cantan…

                                     “Que salgan los chiquillos… que vamos a juegar
                                        que a las doce de noche… nos vamos a acostar”


Hace mucho tiempo  que marchó al seminario, con catorce años y dejó de ir a la panadería de  Nievas, de beber las gaseosas de Rigores con la bolita de cristal para que tuvieran presión, de lanzar piedras a la morera  para coger las moras blancas, el saludo a Lorenzo el de la cal, los saltos del peñón de la calle de La Fuente, de ver las niñas jugando a la rueda en la plaza del molino junto al pilarillo que los animales utilizan para abrevar, de corretear por el lavadero brincando de lado a lado procurando no caer al agua.


 Sigue pasando el tiempo y allá por el año 1954 la banda de música del pueblo lo acompañó a la Iglesia desde su casa y es que el motivo así lo merecía, canta su primera misa y que mejor  que ir acompañado de forma tan especial y cariñosa al acto tan emotivo como importante así como al refresco posterior de celebración  preparado con mimo por su madre y amenizado en su casa de La Fuente . A partir de ése día un largo periplo por distintos pueblos y destinos de toda la geografía granadina dando comienzo en Loja para pasar por Trevélez, Villanueva de Mesía, Restábal y Saleres, Vélez Benaudalla, Ogíjares, La Abadía del Sacromonte y hoy ayudando en la parroquia del Padul con las personas mayores y la catequesis y en Granada con las “Siervas de los pobres” y como él dice “a todo el que lo pide” pues siempre ha quién lo necesita y en éstos tiempos duros, más.






Casi ochenta y tres años de trabajo abnegado y sencillo, de labor incansable en todos los lugares donde lo ha desempeñado  aún saca tiempo para sus dos aficiones más lúdicas, la pintura y la fotografía,  con ése pequeño gran tesoro que guardan sus carpetas escondiendo y sacando a la luz  las imágenes del Padul de los cincuenta, de Trevélez, de una historia completa  en papel  que pasa del blanco y negro al color, del dibujo a carboncillo a los óleos  y las acuarelas. Son innumerables las anécdotas que se agolpan a lo largo de la tarde, van desgranadas con parsimonia, con la lentitud de la paciencia y la dulzura y así  me habla de la fiesta que ayudó a recuperar de los moros y cristianos de Vélez, las visitas a los enfermos y las personas más humildes en Loja, de la vida dura en La Alpujarra. Poco a poco vamos descubriendo la sencillez y la austeridad de un hombre que por su vocación no necesita de grandes cosas sólo la licencia de un pequeño ordenador en su mesita de trabajo y se hace cálida y agradable escuchando vivencias y recuerdos de todo una vida entregada a los demás con la certeza enorme de saber que se está en el camino correcto. Hoy ha vuelto a  su barrio, a  La Fuente, ha vuelto a unos orígenes que nunca abandonó y que recuerda con la misma frescura del agua, hablando y hablando de la vida cuando era niño, de sus anécdotas de sacerdote, de lo que es hoy en El Padul.

   Hablamos de la bonita restauración del Lavadero y La Fuente, de lo bonito por la noche con la iluminación,  del historiador granadino  Henriquez de la Jorquera cuando en sus “Anales” al escribir de la Villa del Padul  menciona  “una bizarra y cristalina Fuente que cerca de la villa nace” y es que ayer La Fuente  era el riego de las huertas “ricas en pan, vino y aceite, cazas y buenas frutas” a las afueras de la villa y  poco después se fue integrando en el casco urbano pasando a tener un gran  uso doméstico. Agua fresca y  cristalina, los años y el consumo acabaron con lo natural de su venero para estar encauzada hoy dentro del agua potable del pueblo, agua fresca y cristalina como me sigue hablando y hablando D. Andrés que a todos nos trae un buen recuerdo, un bonito recuerdo.







La calle "de la fuente" hace muchos años.




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