jueves, 13 de febrero de 2014

Emigrantes

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Antes, hace ya muchos años, eran nuestros padres los que maleta en mano más o menos decorosa marchaban lejos de nuestra tierra en busca de lugares donde poder ganar un jornal y mantener a la familia. Francia, Alemania y Suiza fueron los primeros países que se tornaron como tierras de promisión a los cuales se dirigieron sin tener ni idea en la mayoría de los casos a qué lugar realmente se dirigían. Alguien abría una “puerta” y mandaba papeles y más papeles, reconocimientos médicos, trabas burocráticas y llegaba el día en que a veces sólo y otras acompañado de algún vecino, de algún amigo, la lágrima se saltaba, a los niños el abrazo fuerte, papá se iba por un tiempo, el último beso a mamá, las maletas a punto de explotar, se suben en el tranvía, el adiós por la ventanilla cuando lentamente se encamina junto a la rambla cuesta arriba y se pierde junto al puente.

 Largas noches de tren, cambio de estaciones, esperas en la frontera, más reconocimientos médicos, llegadas a lo extraño, a lo desconocido, a ése país que le da trabajo, que no hay sol pues las nubes no lo dejan y las más sólo llega a ser un sol de domingo, sólo se trabaja y se trabaja noche a noche y no se ve.

Eran años duros y poco a poco lentamente se perdieron y nuestros padres regresaron y dejaron Francia y Alemania y Suiza. Regresaron a nuestro Valle, a nuestro pueblo y las familias  fueron otra vez familias y hasta vino gente de otros pueblos, de otras tierras en casos muy lejanas, tiempos buenos. Estos también se perdieron, hace muy pero que muy poco tiempo…se perdieron.


Hoy los peores  augurios han vuelto, ni con nuestros padres, ni con nosotros, los peores augurios han vuelto. Son nuestros hijos los de la maleta, pequeñita, con ruedas, no cogen el tranvía, los llevamos en coche a la nueva terminal de Málaga, a la T4 de Madrid, al Aeropuerto de Granada o al autobús de aire climatizado y asiento VIP. Son tiempos modernos, buenas carreras, arquitecto, informático, enfermero, médico, ingeniero, abogado, maestro, químico… y la maleta, si muy pequeña…pero maleta, y han vuelto las lágrimas y aprovechamos que vienen en Navidad, y nos dicen que los tratan muy bien, que trabajan mucho, que los “miran bien” y a mí que éstas palabras me suenan, que ya las oí otra vez, que ahora son mis hijos los que se van, que yo las oí otra vez.

 Los peores años han vuelto dicen que es la crisis y yo me lo creo, que la globalización y también, que las cosas son así y bueno otra vez pero cada vez que oigo que si una cuenta aquí y otra allí, que los sueldos de muchos se suben que ni se pueden ver, que los recortes sólo tocan a la parte más débil de defender, se me corroe el alma y la rabia se controla y se traga de pensar y pensar que se repite todo una y otra vez. Miro la maleta, pequeña sí, miro la maleta, abrazo a mi hija y la dejo marchar. Mi padre no quiso que yo fuera a otro país a trabajar y lo consiguió, yo no he sido capaz y ella es emigrante por muy bien que pueda estar, las lágrimas han vuelto aunque sea Navidad, las despedidas son siempre lo que son, tristes, deprimentes… por muy bien que pueda estar.


Lo fueron nuestros padres y ahora nuestros hijos, que fenómeno tan desesperante y escuchar las cosas que escuchamos, ayer y hoy, parece mentira pero es verdad y los tiempos de la maleta han vuelto, maldita sea la gracia, y los grandes políticos sólo miran su ombligo, que grande debe estar, y nos cuentan milongas y milongas, patrañas y soniquetes que se cuelan en las entrañas y no te dejan respirar. Tus hijos se han marchado, a Francia, Alemania o Suiza y tú tampoco has sido capaz, maldita maleta, pequeña, de aeropuerto, maldita maleta…que nos ha vuelto a separar.


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