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Antes, hace ya muchos años, eran
nuestros padres los que maleta en mano más o menos decorosa marchaban lejos de
nuestra tierra en busca de lugares donde poder ganar un jornal y mantener a la
familia. Francia, Alemania y Suiza fueron los primeros países que se tornaron
como tierras de promisión a los cuales se dirigieron sin tener ni idea en la
mayoría de los casos a qué lugar realmente se dirigían. Alguien abría una
“puerta” y mandaba papeles y más papeles, reconocimientos médicos, trabas
burocráticas y llegaba el día en que a veces sólo y otras acompañado de algún
vecino, de algún amigo, la lágrima se saltaba, a los niños el abrazo fuerte,
papá se iba por un tiempo, el último beso a mamá, las maletas a punto de
explotar, se suben en el tranvía, el adiós por la ventanilla cuando lentamente
se encamina junto a la rambla cuesta arriba y se pierde junto al puente.
Largas
noches de tren, cambio de estaciones, esperas en la frontera, más reconocimientos
médicos, llegadas a lo extraño, a lo desconocido, a ése país que le da trabajo,
que no hay sol pues las nubes no lo dejan y las más sólo llega a ser un sol de
domingo, sólo se trabaja y se trabaja noche a noche y no se ve.
Eran años duros y poco a poco
lentamente se perdieron y nuestros padres regresaron y dejaron Francia y
Alemania y Suiza. Regresaron a nuestro Valle, a nuestro pueblo y las
familias fueron otra vez familias y
hasta vino gente de otros pueblos, de otras tierras en casos muy lejanas,
tiempos buenos. Estos también se perdieron, hace muy pero que muy poco tiempo…se
perdieron.
Hoy los peores augurios han vuelto, ni con nuestros padres,
ni con nosotros, los peores augurios han vuelto. Son nuestros hijos los de la
maleta, pequeñita, con ruedas, no cogen el tranvía, los llevamos en coche a la
nueva terminal de Málaga, a la T4 de Madrid, al Aeropuerto de Granada o al
autobús de aire climatizado y asiento VIP. Son tiempos modernos, buenas
carreras, arquitecto, informático, enfermero, médico, ingeniero, abogado,
maestro, químico… y la maleta, si muy pequeña…pero maleta, y han vuelto las
lágrimas y aprovechamos que vienen en Navidad, y nos dicen que los tratan muy
bien, que trabajan mucho, que los “miran bien” y a mí que éstas palabras me
suenan, que ya las oí otra vez, que ahora son mis hijos los que se van, que yo
las oí otra vez.
Los peores años han vuelto dicen que es la crisis y yo me lo
creo, que la globalización y también, que las cosas son así y bueno otra vez
pero cada vez que oigo que si una cuenta aquí y otra allí, que los sueldos de
muchos se suben que ni se pueden ver, que los recortes sólo tocan a la parte
más débil de defender, se me corroe el alma y la rabia se controla y se traga
de pensar y pensar que se repite todo una y otra vez. Miro la maleta, pequeña
sí, miro la maleta, abrazo a mi hija y la dejo marchar. Mi padre no quiso que
yo fuera a otro país a trabajar y lo consiguió, yo no he sido capaz y ella es
emigrante por muy bien que pueda estar, las lágrimas han vuelto aunque sea
Navidad, las despedidas son siempre lo que son, tristes, deprimentes… por muy
bien que pueda estar.
Lo fueron nuestros padres y ahora
nuestros hijos, que fenómeno tan desesperante y escuchar las cosas que
escuchamos, ayer y hoy, parece mentira pero es verdad y los tiempos de la
maleta han vuelto, maldita sea la gracia, y los grandes políticos sólo miran su
ombligo, que grande debe estar, y nos cuentan milongas y milongas, patrañas y
soniquetes que se cuelan en las entrañas y no te dejan respirar. Tus hijos se
han marchado, a Francia, Alemania o Suiza y tú tampoco has sido capaz, maldita
maleta, pequeña, de aeropuerto, maldita maleta…que nos ha vuelto a separar.