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Desde siempre hemos deseado ver lugares bonitos, parajes tranquilos, grandes montañas cubiertas de nieve, valles donde las fuentes inunden sus laderas, caminos aún de tierra por donde andar al caer de cualquier tarde, gente que nos hable de sus recuerdos, de esa vida cercana en el pasado, que aunque no mejor, intensa e imborrable.
Estamos en El Padul, donde lo lejano es cerca y lo próximo cotidiano, donde los amaneceres de sol blancos inundan la vega y su laguna, allá donde los secanos florecen cada primavera a la luz de los almendros, donde el aroma del maíz recién cortado todo lo impregna en los paseos de otoño.
En la cruz de la Atalaya, en la Silleta, en la Ventana, todo lo divisas, a un lado Granada, a otro el Valle, Dúrcal nuestros vecinos, Nigüelas, Cozvijar... y Padul, alrededor de tu Casa Grande testigo de otros tiempos, bordeando La Laguna y mirándola de frente en la confianza que da la historia cuando la historia se escribe cada día.
Estamos en El Padul, donde lo lejano es cerca y lo próximo cotidiano, donde los amaneceres de sol blancos inundan la vega y su laguna, allá donde los secanos florecen cada primavera a la luz de los almendros, donde el aroma del maíz recién cortado todo lo impregna en los paseos de otoño.
En la cruz de la Atalaya, en la Silleta, en la Ventana, todo lo divisas, a un lado Granada, a otro el Valle, Dúrcal nuestros vecinos, Nigüelas, Cozvijar... y Padul, alrededor de tu Casa Grande testigo de otros tiempos, bordeando La Laguna y mirándola de frente en la confianza que da la historia cuando la historia se escribe cada día.
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