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Son los cortijos en el mes de Diciembre… fríos, fríos como el
hielo que forma pequeños carámbanos bajo las tejas, fríos como el hielo que
corta las manos mientras majan el esparto, cortan la pleita o cosen las albardas,
alegres de lumbre de matanza, morcillas y salchichones en las cañas, tocinos y
algún que otro chorizo. Un buen vaso de los primeros mostos o una copa de seco
que agujerearía el mejor material remediarán los ratos más tediosos junto a la
lumbre.
Son días de salir de caza, de preparar los arreos de los
animales, de arreglos en los carros, de alguna pequeña obra, de charlas y
charlas junto al fuego de una lumbre que crepita y crepita todo el día, con las
gachas mañaneras, el cocido de mediodía o los caldos nocturnos. Unas
palomitas de maíz “chirringue” pondrán el contrapunto a los
guisos y las migas para solaz de los más chicos.
Las faenas del campo nunca terminan, siempre hay algo que
hacer y sólo los días de lluvia y barro son los que mantienen a los hombres en
las casas más los descansos duran poco, casi tan poco como esa lluvia tan
necesaria para la cosecha que acaba de
ser sembrada y que los hombres quisieran lenta y profunda hasta las raíces de los granos recién germinados.
El frío es helador
pues la lumbre no consigue calentar más que la pequeña cocina, llevando
braseros de aquí para allá en cualquier
artilugio de hierro que mantenga las brasas calientes. Los tiempos a lo largo
de la historia han ido cambiando de personas, de culturas, de arte, de
religión, de todo se ha ido cambiando, de todo sí, de trabajo y trabajo y de
muchas formas iguales, no. Las “recachas” de los patios con el sol penetrando
sin el cortante frío alegran un poco la mañana mientras se sigue majando el
esparto, tejiendo la pleita o confeccionando una soga. Todo hay que hacerlo en
éstos ratos de asueto ya que en cuento el tiempo mejora hay que seguir fuera y
lo siguiente es la poda, la poda y la aceituna, pero ahora es Diciembre,
Diciembre de mantecados y roscos y Diciembre de villancicos, Diciembre de
Navidad.
La Navidad en los cortijos no era lo mismo que en el pueblo y
en la mayoría de los casos se procuraba acercarse. La Nochebuena era la
Nochebuena y aparte de sembrar los ajos por la mañana en la Vega pocas faenas
se hacían más. Mientras en las hornillas ya se cuecen lentamente los “asaíllos
de pollo con almendras”, los boniatos en almíbar o se corta el queso fresco.
Una buena morcilla asada o un poco de tocino frito no dejarán de ser alguna de
las mejores tapas.
Todo es muy lento, lento como los pequeños copos de nieve que
poco a poco se bambolean en el aire mientras se dejan caer al suelo y los críos
que queremos cogerlos, fríos y secos, de aquí para allá, de allá para acá y la
Haza de San Sebastián se torna blanca, despacito, muy despacito, y la calle
Real, y la Esperilla y desde allí, los almijares de las eras son ahora casitas
de techo blanco y me acuerdo del Belén que se ha hecho en casa que también tiene su almijar y también blanco,
blanco de nieve.
Hoy todo va más deprisa, muy deprisa, más Diciembre sigue
siendo Diciembre, Diciembre de mantecados y regalos, Diciembre de Navidad,
Diciembre de familia, pero en muchos casos Diciembre sigue siendo un Diciembre
frío, frío de hielo, hielo que te parte de lado a lado cuando sabes que lo que
espera son sólo mañanas de sol, no hay albardas que coser ni pleitas que
encintar, ni sogas que tejer.
No todo se pierde, jamás se pierde todo, siempre queda algo,
las personas somos así, siempre fuimos así, y Diciembre también es el mes de la
solidaridad, de esos enormes valores que muchas veces solemos sacar. Hoy en
todo el mes de Diciembre, cada vez que nos llamen, cada vez que veamos, cuando
caiga la nieve o cantemos un villancico, cuando tomemos una copa de vino y
brindemos por la salud y la amistad, cuando tengamos un “momentico” que volvamos
la mirada al lado, que también veamos
con los ojos de la SOLIDARIDAD.
.PD. ARTICULO PUBLICADO EN EL PERIODICO DEL VALLE DE LECRIN.