jueves, 7 de febrero de 2013

El ciego y las hojas de morera ( 5 )



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Hixen no sabe cómo explicar a Amina que  las noticias de Granada le obligan a ponerse en marcha de nuevo, sólo ha pasado un mes y ya tiene que volver con el Rey de Granada. Los ojos de Amina se cierran lentamente con el peso de las lágrimas. Sabe que Rashid llorará y llorará, que correrá campo a través combatiendo con los árboles, con los juncos, con las zarzas, no puede ir con su padre, y él, el hijo de Hixen, ha de cuidar de su madre, de su abuelo Masud, ¡qué difícil de explicar!. Los tiempos avanzan cambiantes y ahora, tras la muerte de Abú Yusuf, Príncipe de los Benimerines, señor del Magreb y vigía de Al-Andalus se abre un rayo de esperanza para el  gran Muhammad, Rey de Granada, en poder asentar  hasta ése momento su agitado y tutelado reino. Los alcaides de las ciudades, antes rebeldes y levantiscos parecen hoy más sumisos, pues el nuevo Rey de los Benimerines no parece estar por la labor de bailarles el agua como antes hacía su padre y Muhammad quiere aprovechar para darles una lección que no puedan olvidar. 

   Han sido unos años de espera pero unos años de afanosas construcciones en Granada fortificando la ciudad con las murallas de la Alhambra y el inicio de los jardines del Generalife, la ampliación de la mezquita aljama del Albaicín, las murallas de la ciudad, las torres de vigilancia y socorro en las alquerías. Los grandes sabios musulmanes han venido a Granada, médicos, filósofos, pensadores, religiosos, artesanos, arquitectos y él, Hixen, es el encargado por el gran Visir  de reunir los buenos caballeros del Valle y acudir presto a luchar por  Granada a defender sus torres, la Alhambra, los cultivos de la Vega, de dar un escarmiento a los enemigos del Rey y que Málaga, Guadix y Baza se rindan al más grande de Granada.

   Masud coge las manos de su hijo, cuando él le da cuenta de su precipitada marcha y lee la ordenanza  cargado de seriedad y firmeza, quiere tenerlo cerca, sentir su fuerza en el calor de los dedos, sus ojos se abren con impaciencia deseando hoy más que nunca ver su cara, la de su hijo, una fina telilla blanca se lo impide y hoy quisiera verlo.

   No creo que me lo hayas contado todo Hixen, se lamenta Masud, no me has  comentado cómo están las cosas en la Alhambra, las penas y las dudas de nuestro Rey, si se ha rodeado bien de  los señores de Granada, si recibe buenos consejos, si es amado por los hermanos de  Granada,  si los cristianos han vuelto a atacar nuestras fronteras, ¿ porqué tu marcha es tan pronta?.

  Sabes bien padre, de mi devoción por mi esposa, por mi hijo, por ti amado padre, por la alquería, por los tiempos con Amín, por los paseos de Al-Ancon, por Al-Agia, por el Manar, de las noches de riego, los ratos interminables que pasamos en la cueva con la seda, los juegos con Rashid. No son buenos tiempos padre, el Rey tiene muchos enemigos entre los nuestros y los del otro lado del mar  y eso los cristianos quieren aprovecharlo para acercarse a Granada y no podemos descuidarnos. Sabes que no podemos decir que no, nos va en ello la vida, la mía y la vuestra, la de toda la alquería, la de Granada.
   Cuida de ti, de tus hermanos en las armas, yo velaré mientras  aquí, por tu hijo, por tu esposa, señalé bien tu  camino, escrito por  siempre para ti, no es fácil,  ándalo despacio, vigilante, que no te sorprenda el incauto ni el miserable, sé generoso y prudente y llévanos siempre presentes Hixen, llévanos presentes, las fuerzas que te puedan faltar ahí estarán, estaremos todos Hixen, todos, siempre estaremos contigo.





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