.
.
Hixen no sabe cómo explicar a
Amina que las noticias de Granada le
obligan a ponerse en marcha de nuevo, sólo ha pasado un mes y ya tiene que
volver con el Rey de Granada. Los ojos de Amina se cierran lentamente con el
peso de las lágrimas. Sabe que Rashid llorará y llorará, que correrá campo a
través combatiendo con los árboles, con los juncos, con las zarzas, no puede ir
con su padre, y él, el hijo de Hixen, ha de cuidar de su madre, de su abuelo
Masud, ¡qué difícil de explicar!. Los tiempos avanzan cambiantes y ahora, tras
la muerte de Abú Yusuf, Príncipe de los Benimerines, señor del Magreb y vigía
de Al-Andalus se abre un rayo de esperanza para el gran Muhammad, Rey de Granada, en poder asentar hasta ése momento su agitado y tutelado
reino. Los alcaides de las ciudades, antes rebeldes y levantiscos parecen hoy más
sumisos, pues el nuevo Rey de los Benimerines no parece estar por la labor de
bailarles el agua como antes hacía su padre y Muhammad quiere aprovechar para
darles una lección que no puedan olvidar.
Han sido unos años de espera pero
unos años de afanosas construcciones en Granada fortificando la ciudad con las
murallas de la Alhambra y el inicio de los jardines del Generalife, la
ampliación de la mezquita aljama del Albaicín, las murallas de la ciudad, las torres
de vigilancia y socorro en las alquerías. Los grandes sabios musulmanes han
venido a Granada, médicos, filósofos, pensadores, religiosos, artesanos,
arquitectos y él, Hixen, es el encargado por el gran Visir de reunir los buenos caballeros del Valle y
acudir presto a luchar por Granada a
defender sus torres, la Alhambra, los cultivos de la Vega, de dar un
escarmiento a los enemigos del Rey y que Málaga, Guadix y Baza se rindan al más
grande de Granada.
Masud coge las manos de su hijo,
cuando él le da cuenta de su precipitada marcha y lee la ordenanza cargado de seriedad y firmeza, quiere tenerlo
cerca, sentir su fuerza en el calor de los dedos, sus ojos se abren con
impaciencia deseando hoy más que nunca ver su cara, la de su hijo, una fina
telilla blanca se lo impide y hoy quisiera verlo.
No creo que me lo hayas contado
todo Hixen, se lamenta Masud, no me has
comentado cómo están las cosas en la Alhambra, las penas y las dudas de
nuestro Rey, si se ha rodeado bien de
los señores de Granada, si recibe buenos consejos, si es amado por los
hermanos de Granada, si los cristianos han vuelto a atacar nuestras
fronteras, ¿ porqué tu marcha es tan pronta?.
Sabes bien padre, de mi devoción
por mi esposa, por mi hijo, por ti amado padre, por la alquería, por los
tiempos con Amín, por los paseos de Al-Ancon, por Al-Agia, por el Manar, de las
noches de riego, los ratos interminables que pasamos en la cueva con la seda,
los juegos con Rashid. No son buenos tiempos padre, el Rey tiene muchos
enemigos entre los nuestros y los del otro lado del mar y eso los cristianos quieren aprovecharlo para
acercarse a Granada y no podemos descuidarnos. Sabes que no podemos decir que
no, nos va en ello la vida, la mía y la vuestra, la de toda la alquería, la de
Granada.
Cuida de ti, de tus hermanos en
las armas, yo velaré mientras aquí, por
tu hijo, por tu esposa, señalé bien tu camino, escrito por siempre para ti, no es fácil, ándalo despacio, vigilante, que no te
sorprenda el incauto ni el miserable, sé generoso y prudente y llévanos siempre
presentes Hixen, llévanos presentes, las fuerzas que te puedan faltar ahí
estarán, estaremos todos Hixen, todos, siempre estaremos contigo.
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario